lunes, 22 de diciembre de 2008

DIARIO DE UNA MADRE

Es 1 de enero, lo he dejado todo, mis amigos, mis estudios, todo por él, por el amor de mi vida, el que hará de ella la esencia de la suya, el sístole y diástole de mi corazón.

Es 10 de marzo, doy a luz un bebe precioso, nuestra sangre se mezcla en la niña de mi vida, es la primera vez que veo a mi marido llorar, no puede haber nada más maravilloso, la vida nos aplaude en un frenesí de vítores que sólo oímos nosotros, sólo nosotros.

27 de mayo, la niña a penas nos deja dormir, mi marido se pone nervioso, la niña percibe su nerviosismo y llora cada vez más fuerte, creo que ese día lloramos todos, ¿o no? no estoy segura.

10 de julio, necesito maquillaje para borrar el dolor externo, el interno será más difícil, mi familia tenía miedo por mí, ahora también temen por ellos. También es la primera vez que veo a mi padre llorar, pero en este caso de amargura.

20 de Agosto, me presionan para que denuncie, los anuncios de la tele son muy eficaces para los que no lo viven desde dentro, ellos no saben, por eso hablan, a veces creo que son peores las caras de compasión y las miradas furtivas intentando imaginarse la situación que mis heridas, que nunca curan. Mi herida interna sangra y mi corazón llora.

23 de agosto, mi familia se aleja de mí, dicen que no tengo remedio, piensan que me está bien todo lo que me pasa. Me aconsejan que olvide, que vuelva a empezar, que sea feliz, que no destroce mi vida, pero yo ya no tengo vida, ya no tengo nada, vivo por inercia, pero ellos no saben…quieren ayudar pero no se imaginan…

21 de noviembre, me corté las venas pero el destino es tan cruel que no me deja morir bajo la dignidad de una cuchilla afilada, me tiene reservado algo más trágico, pero no le guardo rencor, tal vez sea lo mejor.
Nadie entiende por qué lo hago, es simple, no quiero vivir, ya no quiero, me desangro por dentro, ya no puedo…

06 de diciembre, cinco plantas son muy altas y me da la impresión que es lo más alto que he llegado en mi vida, hace casi un año que no veo a mi hija, ¡quiero ver a mi hijita! …y todo porque tenía hambre esa noche, ella solo quería comer, solo comer… tuvo que parecer un accidente, decía que mataría a mi familia… solo quería comer, nuestra obligación era protegerla, sus ojos indefensos mirándome, diciéndome que me necesitaba… y yo me desangro por dentro.


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Porque por desgracia 365 días resumiéndolos en 365 palabras no siempre dan viajes bonitos, conciertos inolvidables o poder ver como Obama ganar la presidencia de EEUU desde nuestro sofá con la única preocupación puesta en si nuestra madre habrá comprado nuestras pipas para la peli que echan por la noche.

martes, 25 de noviembre de 2008

¡Feliz 2008, hipocresía!

¡Feliz 2008! a veces creo que soy el único al que le ahoga otro año y me creo raro; voy a intentar parecer el tío más feliz del mundo y el mal rollo me lo voy a comer aunque me siente mal.

La hipocresía es la reina de las malas conciencias, pero no quiero parecer distinto y que me traten como tal, ya lo he hablado antes con otras personas y la mayoría me dice que no les gusta este día… serán bichos raros como yo.

Me encuentro con alguien que parece fingir también y le pregunto… piensa como yo, vale... pon un par de copas para los amargados.
Venga, puesto que no disfruto como desearía voy a apartar a mi amiga hipocresía y seguir con mi encuesta terapéutica para intentar oír lo que quiero; disfrazar las cosas para hacerlas parecer más bonitas.
Bueno a lo que iba, el alcohol me hace lanzarme a mí y a mis palabras desordenadas, pero el doctorado que pretendo es demasiado importante para que algo lo estropee y menos mi fugaz amigo garrafón. A medida que avanza la noche mi forma de expresarme retrocede, pero algo juega a mi favor: la gente es más sincera; el alcohol es mi gran aliado.

Mi punto de mira está en alguien que no conozco pero parece la persona más feliz del mundo. Ahí está mi gran reto, lo que hará más fructífera la noche; o por el contrario, la avanzadilla de un final anticipado.

Me juego mucho pero tengo que ser valiente; le toco; se da la vuelta, me mira con gran alegría mientras yo voy perdiendo esperanza a cada centímetro que alarga su sonrisa, pero en ese momento tan crucial no puedo rendirme, le hablo en un idioma que sólo parecemos entender a estas horas y ante mi sorpresa coincide conmigo. Pero en sus ojos ya no veo centímetros de sonrisa sino centilitros de amargura; centro la mirada y veo lágrimas, las lágrimas que nunca más derramará, al menos por ese motivo; soy feliz y lloro porque no soy una persona rara, le felicito el año con una sinceridad que jamás había expresado con nadie.
¡Feliz 2008, hipocresía!





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